Camino de Avalón
Un viaje personal al mítico Reino de Arturo
Glastonbury amanece entre brumas. Las nieblas con las que
la ciudad despierta, van
desapareciendo a lo largo de la mañana
dejando solamente un anillo que rodea la Colina del Tor. Es la bruma que
penetra en los corazones de quienes visitan Avalón y en ellos permanecerá el
resto de sus vidas.
Por
eso, en cada casa de Glastonbury, encuentras esta leyenda dándonos la
bienvenida:
“QUE EL ESPIRITU DE AVALON
TE ACOMPAÑE”
Las
primeras horas de la mañana, bañadas por la niebla, dicen
que es el momento en el que las fuerzas mágicas de la Dama del Lago, y sus
sacerdotisas junto con Morgana y otros seres mágicos, traspasan por unos instantes
nuestra dimensión y nos bendicen.
Con la
bendición de las hadas tomamos nuestro
desayuno que como de costumbre fue espléndido. Después, escuchamos las sabias indicaciones de Drew y nos
dirigimos hacia el camino de la Colina. Desde lo alto de la cima, las ruinas de
lo que fue un monasterio medieval dirigían nuestros pasos a través de un
sendero bellísimo. No podíamos separar los ojos de esa visión sin sentir algo
inexplicable. Hasta Daniel que se pasó el viaje llamándome “pajarera” me dijo
que allí había algo, que era un lugar
especial, diferente. Es sensible e inteligente y el hechizo del lugar también
se había apoderado de mi sobrino.
Esta
Colina Sagrada está enclavada en una de las líneas telúricas más importantes
del planeta, llamada del Dragón, cuyo inicio está en la India y termina en la
Colina del Tor.
El
viento nos acompañó toda la ascensión. Dani iba delante y yo un poco más
rezagada pues mi falta de entrenamiento me hacía caminar despacio, pero allí
todo se hace con calma, todo resulta muy espiritual. ¿Por qué correr? Tenemos
todo el tiempo del mundo para disfrutar
un hermoso momento. Además el tiempo está para perderlo.
Con
calma alcancé el último tramo de nuestra subida y llegué a los pies del
monumento.
Desde
lo alto, divisamos toda la planicie que en su día fue un lago en el que reinaba
su Señora rodeada por un séquito de hadas del antiguo rito céltico que más tarde compartieron con la religión cristiana, porque en los siglos V y VI los
britanos practicaban ambas creencias.
En
aquel lugar, sientes de una forma imposible de explicar la conexión con tu
propia verdad, la que está en tu corazón más que en tu mente racional. Allí tuve
la sensación de que tenía la fuerza
necesaria para materializar mis sueños y proyectos.
Una vez
arriba no se habla, el silencio y la calma junto con el sonido del viento reinan en el lugar apoderándose de tu espíritu
y algo bueno surge de tu profundo. De repente, te acuerdas de todas las
personas que quieres y querrías compartir
con ellas ese momento místico. Te sientes en conexión con la tierra, con
el viento que sopla con intensidad y una
fuerza especial que no sabes de donde viene te une al horizonte rodeado de
brumas, salpicadas con algún rayo de sol que comienza a aparecer con timidez.
Es un
sentimiento personal que cada uno debe de vivirlo a su modo, y ahora de vuelta
a casa, lo recuerdo como algo misterioso y cautivador. Me parece mentira haber
estado allí. Lo extraño es que a las personas a quienes he enviado la
fotografía del lugar, la han colgado como fondo de pantalla del ordenador,
porque dicen que al abrirlo por la mañana, la contemplación de la imagen les transmite la
sensación de calma y fuerza necesarias para afrontar el día.
Los
restos de la Torre (Tor) pertenecen a un monasterio cristiano edificado en la
Edad Media, pues según la superstición de aquella época oscura, impedían el
paso a los habitantes del interior, los druidas y sacerdotes de la religión
céltica y moradores de lo profundo y de las tinieblas, pero la Diosa del Lago
ganó la batalla ya que un terremoto destruyó el templo, dejando la colina
intacta.
Sin apartar los ojos de la cima, ya que no cesamos de
fotografiarla, fuimos descendiendo hacia otro lugar sagrado El Challice
Well, (el Jardín del Cáliz), un lugar Griálico. Maravilloso jardín lleno de
paz, donde todo te invita a meditar, a sentarte cerca de su enigmático pozo y dejar pasar el tiempo. El
Pozo, al que llaman Vesica Piscis, cuenta con una tapa con dos círculos
entrelazados. Simbolizan la unión del cielo y la tierra, del espíritu y la
materia, conciencia e inconsciencia, masculino y femenino. Estos símbolos los iremos
encontrando en todos los monumentos celtas, lugares religiosos como la Abadía
de Glastonbury y yacimientos antiguos.
Allí se encuentra el manantial del cáliz del que mana un
agua con poderes curativos. La gente
bebe el agua sagrada del lugar en el que
según la tradición, José de Arimatea
escondió el Santo Grial. Sus aguas son ricas en hierro y se le conoce
también como La Fuente Roja o Ensangrentada, ya que el alto contenido de
hierro, le da un aspecto rojizo.
José de Arimatea, Tío de Jesús, era propietario de la casa
en la que se celebró la Ultima Cena. También lo era del Sepulcro donde fue
enterrado Jesús cuando le bajaron de la
Cruz. José fue el encargado de recoger la sangre de Cristo en la copa utilizada
en la cena, y guardarla en lugar seguro.
Encarcelado por los judíos acusado de haber robado el cuerpo de Cristo,
fue encerrado en una torre donde tuvo la visión de una luz que le decía “Tu
custodiaras el Grial y después de ti, aquellos que tu designarás”.
En el año 63, treinta
años más tarde de los sucesos del Gólgota y una vez liberado, ante la
persecución de los judíos en Jerusalén,
José junto con María Magdalena y un
grupo de cristianos, discípulos y amigos
partieron en uno de sus barcos hacia
diversos puntos del Mediterráneo. Pero José se dirigió a Britania, llegando a
una ciudad importante en aquella época: Glastonbury. Allí fundó la primera
iglesia británica dedicada al culto de la Virgen, que posteriormente fue la Abadía.
También llevó consigo el Santo Grial que escondió y custodió en el que ahora es
el Jardín del Cáliz. Siempre guardado por sus discípulos y posteriormente, por caballeros
de corazón puro, siendo el más noble y el último guardián Sir Galahad, hijo
de Sir Lancelot.
Dice la tradición que
al llegar al lugar elegido para ocultar la reliquia, el bastón de José se hundió en el suelo pantanoso y de éste bastón creció el espino que custodia el manantial.
Por eso, esta clase de espinos solo se encuentran en Glastonbury y se les
denomina “Sagrados” por su origen y su milagrosa historia.
Cuando la religión cristiana se impuso en Britania, por
miedo a las persecuciones que la Religión Antigua comenzaba a sufrir, la imagen de su Diosa venerada
por sus gentes, fue transformada. Le añadieron una corona y la adoraron como a
María, pero siempre fue una mujer, la misma imagen que protegía a las sacerdotisas del Lago, pues
en la cultura celta, la mujer tenía un gran poder.
Esta es la historia del Jardín mítico al que llega tanta
gente buscando el equilibrio interior y la paz espiritual.
Yo desde luego, cuando llegué al manantial bebí del agua que brotaba por la boca del león y discurría a lo largo del jardín. Daniel no estaba tan convencido, pero al verme a mí, quizá “por si acaso”, también bebió del manantial. Y como vimos que se podía coger agua para llevárnosla, compramos una botellita para compartirla con los amigos a nuestro regreso y hacerles partícipes del milagro, si lo había. Encendimos unas velitas a la imagen de la Virgen que hay en una gruta cercana al Pozo y con calma nos dedicamos a la contemplación del lugar, con la paz que transmitían las personas que meditaban a nuestro alrededor.
Buscamos los dos
espinos sagrados. Uno se encuentra encima del manantial, detrás del Pozo del
Cáliz y el otro entre dos grandes tejos que a modo de guardianes del lugar,
custodian la entrada del jardín. Este último espino es el que brotó del báculo de José. Por
eso estos dos árboles florecen en las dos fiestas típicas cristianas, Navidad y
Semana Santa.
Era tarde y estábamos cansados de nuestra ascensión a la
Colina y de haber caminado durante toda
la mañana por aquellos lugares. Pero solo era cansancio físico, porque nos
sentíamos llenos de una serena paz interior.
Bajamos hacia el centro de Glastonbury para buscar un
restaurante donde comer.
En el centro de la ciudad encontramos una taberna cuya comida nos hizo recuperar fuerzas pues
nos esperaba otra visita no menos importante: La Abadía de Glastonbury.
Este es el lugar donde estuvo la iglesia más antigua de
occidente, más que Roma, ya que como he contado antes, fue fundada por José de
Arimatea. Allí reposaron los restos de Arturo y Ginebra en una tumba situada
casi en el centro de lo que fue el templo. Cuando murió el rey Arturo en la Batalla
de Camlann y en una pelea cuerpo a cuerpo con su sobrino e hijo incestuoso Mordred, nueve sacerdotisas lo trajeron en la barca sagrada hasta Avalón no sin antes haber tirado al lago su espada
Excalibur. Allí lo enterraron en una
tumba próxima a lo que sería la Abadía.
Posteriormente, cuando murió la Reina Ginebra que se había retirado a un
monasterio cristiano en Amesbury, dicen que Sir Lancelot trajo su cuerpo para
enterrarlo junto al de su esposo.
Y cuando se terminó la construcción de la Abadía, ambos
fueron trasladados al recinto interior. Cuentan que al abrir el sarcófago, los monjes encontraron los esqueletos de un
hombre con el cráneo muy dañado y de una
mujer. (Arturo había muerto de una herida en el cráneo). Dentro del sarcófago,
también hallaron una cruz de metal con una inscripción grabada que decía “Aquí
reposan los restos del Rey Arturo y su esposa Ginebra”. No había duda de que
era su ataúd.
Pero la Abadía fue destruida por Enrique VIII siglos más
tarde, y con su destrucción desaparecieron los cuerpos así como diversas
tumbas. Ahora, solo queda el lugar
exacto donde fueron hallados y
una placa en el mismo sitio donde estuvo la sepultura.
La Abadía está situada en un bellísimo lugar, muy verde,
rodeado de manzanos (Avalón en el lenguaje antiguo significa manzana), también
hay un espino sagrado junto a varias especies de árboles que para los celtas tenían un significado
especial, como la tierra, las piedras y la naturaleza. En ello se basaba su
religión. Incluso en el horóscopo celta, según nuestra fecha de nacimiento, cada uno de nosotros estamos
representados por un árbol. Yo,
concretamente soy el sauce llorón y Daniel el nogal, aunque no cuento lo que
significa cada uno.
Una vez que terminamos de recorrer el lugar y de fotografiar cada piedra bajo las distintas luces del atardecer, salimos hacia la ciudad para recorrer las pintorescas y esotéricas tiendas, dedicadas al mundo mágico y a las leyendas a las que son tan aficionados en esa parte de Inglaterra. Cenamos en otro tranquilo restaurante y volvimos a casa porque al final de la jornada nos estaba esperando ese baño tan estupendo que tiene The Lantern Tree.
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