Un viaje personal al mítico Reino de Arturo
El
sexto día de viaje comenzaba con más aventura ya que no llevábamos alojamiento
fijo, sino que lo dejamos en manos del destino y de la carretera, pero nuestros
pasos se dirigieron a St. Ives, un precioso puerto pesquero de hermosa playa y
lugar de moda de veraneo para el turismo interior británico.
Al ver
la belleza del lugar cuando nos íbamos aproximando por la costa, decidimos
quedarnos a pasar allí la noche, pero lo
primero que teníamos que hacer era buscar alojamiento céntrico. La ciudad
estaba llena de veraneantes y a parte de caro, pensamos que sería difícil
encontrar algo a nuestro gusto. Pero en una de nuestras vueltas con el coche
Daniel vio un B&B con el letrero de habitaciones vacantes, así que nos
dirigimos allí. El sitio está bien y es
cómodo, pero resultó demasiado caro para las instalaciones. El lugar se llama
“The Willows”, y lo recomendamos por
su céntrica ubicación y porque
Roberta la encargada, una señora
italiana con la que me entendí a las mil maravillas y encima tenía una preciosa
gata persa, con su buen gusto y simpatía lo hacía acogedor. Pero la relación calidad precio no
es justa. Lo más cómodo para mi era hablar italiano con ella que nos contó su vida y el por qué llegó un
día a Inglaterra y se quedó allí. Esto nos llevó a participar en alguna
tertulia en la que incluimos a una pareja de viajeros italianos que llegaron
después; podría decir que me sentí como en casa.
Dejamos el coche, esto si que es importante, tienen
su propio parking, y nos fuimos a
conocer la ciudad. Como todos los puertos de mar de Cornualles, las calles son
empinadas bajando poco a poco hasta el borde del mar.St. Ives
Recorrimos
la playa y el puerto e hicimos fotos en su bocana, llegando hasta el faro.
A pesar
de la temperatura de las aguas atlánticas, había gente bañándose y muchos
viajeros de paso o con excursiones en el día. La ciudad nos gustó mucho, casi
de las más coloristas que vimos y como el día había salido soleado, las
luces y los reflejos sobre las casas
blancas eran bellísimos.
Visitamos
una pequeña iglesia dedicada a los pescadores muertos en el mar, en cuya pared había una emotiva placa con los
nombres de los que un día se perdieron para siempre entre las olas.
Luego entramos en un chiringuito de playa a comprar
las Pasties para comer, porque realmente sacian el apetito durante muchas
horas. Allí, entre excursionistas y sentados al borde de la playa, nos comimos
las empanadillas para seguir con un
recorrido por las tiendas Vintage muy de moda en la ciudad, pero las cosas que vendían eran poco interesantes y caras
debido a la temporada turística, así que volvimos a casa. Descansamos un poco porque
había que aprovechar el buen tiempo para salir con el coche hacia el final de
la tierra, al Cabo Cornualles y el “Land’s End”.
Esta
parte del país ha sido siempre protagonista de novelas e historias que se
han llevado al cine, o en forma de series las hemos visto en televisión, como
“Poldark”.
Atravesando
la escarpada costa de la región, y dejando
a un lado el Saint Michael’s Mount, una réplica de Mont S. Michel de Francia,
llegamos al “Fin de la Tierra”.
Allí estuvieron las tierras ahora sumergidas,
de Lyonesse, patria de famosos caballeros como Tristán y Galahad. Muy cerca se
halla el castillo del tío de Tristán, con su conocida leyenda.
Land's End
Esperábamos
con ilusión ver el ocaso desde los
acantilados del lugar, pero el cielo
poco a poco estaba cubriéndose de nubes que sin embargo filtraban la luz y nos permitían hacer bonitas fotografías de
los reflejos plateados sobre el agua.
Mientras
esperábamos la caída del sol, entramos a tomar un café en un lugar solitario,
que es el principio y fin de la tierra, como dicen los letreros de las casas
que se encuentran sobre los cliffs. Allí, Daniel me hizo un precioso retrato.
Quizá uno de los más bonitos que me han hecho nunca, porque refleja la soledad
de los pensamientos en los que estaba inmersa en aquel momento de paz. Yo, con
la compañía de de mi soledad ante una ventana abierta al mar, sin gente, sin
nadie, sin saber lo que hay más allá,
probablemente la Irlanda de Isolda y de
las leyendas celtas en las que he pensado tanto en este viaje y que tanto me
gustan.
Daniel supo captar este momento y lo felicito
por ello. No sé lo que opinarán los que lean este blog, pero el retrato lo
cuelgo con mucho cariño y muy orgullosa del gran fotógrafo que es mi sobrino.
Por fin el horizonte terminó de cubrirse de
nubes y una sutil llovizna comenzaba a caer, así que plegamos velas y volvimos a casa, pues nos quedaba un buen
trecho de carretera, y solo un día más de viaje.
Pero todavía faltaban las emociones del
próximo día: nuestro encuentro con
Camelot.
Y llegó
el séptimo y penúltimo día de
nuestro viaje al mundo Artúrico repleto de misteriosos bosque, lugares
sagrados y fuertes vientos que soplan en
esta parte del país tan cargada de historia y de leyenda.
Una
larga jornada nos esperaba, pero también una
emocionante visita a Cadbury
Hill, la colina en la que estuvo el castillo de Camelot.
Nos
habíamos informado mucho sobre el lugar que oficialmente se confirmó como la
Ciudadela de Arturo en el año 1966.
Tuvimos
que encontrar el sitio ya que estaba en lo que otrora fueran las aldeas Camel,
por eso su nombre “Camelot”, y alineada con la Colina del Tor en Glastonbury.
Pero su emplazamiento es tan singular, que desde muy lejos se ve una especie de
meseta verde rodeada de árboles y con el suelo en varios desniveles, coronada
por un gran prado circular cubierto de verde hierba. Los dos al mismo tiempo
dijimos: ¡“Camelot”!.
Con la
ilusión que nos hacen las ruinas históricas, subimos con ansiedad por otro
tortuoso camino de piedras y solos como
de costumbre. De esta manera pudimos disfrutar del lugar y recrearnos con la
documentación que teníamos de lo que debió de ser su historia.
Camelot
Esta
planicie está rodeada de un foso y de tres niveles de franjas artificiales,
donde debieron de estar las murallas. La
vista aérea del puesto es importante para hacerse idea de lo que había sido su
construcción y que hasta el siglo XX no se dio por auténtica.
Tras
dos años de trabajos y de excavaciones, encontraron los cimientos de madera de
lo que fue una gran puerta de madera que
servía de entrada a una fortaleza de la época oscura del siglo V.
Posteriormente, descubrieron cientos de postes que seguían un patrón y sobre los que debía de estar la base de la sala central
o de la sala de un trono. Una muralla de 2
kilómetros rodeaba este recinto de la ciudadela en el que calcularon que
vivían unas 8oo personas. O sea que lo que en un principio se pensó que fue la
fortaleza militar de un caudillo de la época, ahora todo había cambiado, ya que
por las dimensiones aquel lugar
era el castillo de un rey y había sido construida entre los siglos V y
VI.
La sala
encontrada, era lo suficientemente grande para
organizar en su centro asambleas, banquetes y reuniones. Allí es donde
se cree que estuvo la “Mesa Redonda” en la que los fieles caballeros y guerreros se sentaban a beber vino e
hidromiel. Bebían para solazarse a la vuelta de las batallas contra los
sajones. Esta era la forma con la que el rey premiaba los esfuerzos de los
valientes guerreros tras los combates.
Se
llegó a esta conclusión porque en los restos de los fosos del castillo, enterrados bajo la
puerta y alrededor de las habitaciones principales, se encontraron cientos de restos
de vasijas de cerámica de la época oscura. Era habitual tirarlas por las
ventanas a los fosos de los castillos, y eran vasijas para beber vino o para
ser usadas en la cocina.
Pero
mucho después, en el año 1998, los mismos arqueólogos que seguían trabajando en
Cadbury Hill, descubrieron un sepulcro en el que encontraron un ataúd podrido
donde reposaban los huesos de un hombre. Al principio pensaron que era Arturo,
en la barca donde fue transportado por las nueve doncellas encapuchadas, porque
esta tumba estaba ubicada y alineada con
la próxima Colina del Tor, su lugar sagrado, aunque Arturo quizá practicaba las dos religiones.
Pero
también podía ser la tumba de un guerrero importante ya que los ritos de
enterramientos celtas y druídicos eran los mismos que en
otras culturas y religiones, siempre mirando hacia los lugares de culto.
Además,
la tumba de los reyes Arturo y Ginebra había
sido hallada en la Abadía de Glastonbury. Y también es posible que la barca
tuviera un significado, pues el alma y el cuerpo de los guerreros eran llevados
ante la Diosa a través del agua. En esta parte de la región no había costa,
pero si que existía el Lago como centro
religioso que rodeaba la Colina.
De
todas formas, el misterio histórico se había hecho realidad y los arqueólogos e
historiadores han confirmado que el castillo de Cadbury Hill es el mundo de Arturo:
Camelot.
Hablábamos
de estas cosas mientras ascendiamos a la cima en la que efectivamente no hay
nada, sino una enorme planicie cubierta de hierba. Pero la imaginación siempre
vuela y escuchábamos las risas y los ecos de las peleas a espada, y sentíamos
circular el vino en los banquetes que tuvieron lugar en aquella tabla redonda a
los que asistieron tantos caballeros importantes. Las intrigas y los amores de
Ginebra con Lancelot y los conjuros y
hechizos de Morgana y Merlín porque la magia tiene que estar siempre presente
en ese periodo llamado oscuro.
El
camino está rodeado de árboles formando lo que en tiempos debió de ser un
bosque que camuflaba la muralla y los fosos y lo suficientemente elevado para
su protección y defensa.
Estábamos
felices de haber encontrado solos el sitio y de disfrutarlo sin otra compañía
que nuestras cámaras fotográficas que disparaban sin descanso.
Pero
como los momentos felices terminan pronto porque así tiene que ser, para
gozarlos y recordarlos con emoción, teníamos que bajar de la colina para
continuar viaje hasta Brístol.
Pero
aún nos quedaba la última aventura como había dicho antes con el ganado en
libertad que abunda en la región.
Ensimismados
como estábamos en nuestras fotografías, no nos dimos cuenta que a toda
velocidad, venía un rebaño de vacas y sus correspondientes toros, hacia un
abrevadero próximo al camino.
Cuando
vimos venir estos animalitos que casi se nos echaban encima, comenzamos a
correr cuesta abajo por temor a ser pisoteados. No había sitio a los lados del
camino para resguardarnos y las piedras a mi me dificultaban el descenso, pues
ese día no llevaba el calzado muy apropiado para el terreno que estábamos
pisando.
Así que
vimos un hueco en un lateral y unas
ramas donde asirnos y decidimos esperar
hasta que pasaran para continuar bajando. Daniel me decía que escondiera la
bolsa de mi cámara que es roja, pues venían dos toros con ellas. Nos entró un
ataque de risa al pensar que el mítico y
legendario camino de Camelot, de repente se había convertido en la Calle de la
Estafeta y le restaba mucho encanto a la historia. Así que tranquilos porque
vimos que tan solo era un rebaño de vacas para carne subiendo a
su colina como actuales inquilinos de
Camelot Castle, comenzamos a bajar poco a poco por aquel empedrado sendero hasta
nuestro coche.
Por la carretera hicimos una parada para comer unos sándwiches y un café porque todavía
nos quedaban unos cuantos kilómetros hasta llegar a Bristol.
Dejamos
atrás los caminos que nos llevaron el primer día a Salisbury y a Stonehenge,
y atravesando de nuevo Bath, mandamos un beso de despedida a Jane Austen con la promesa de que nos encontraríamos
pronto.
Al
atardecer llegamos a Bristol. Entramos rodeando la ciudad hasta el centro y dejamos el coche en
el parking del hotel. Esta vez teníamos reservado The Bristol Hotel, muy bien
situado delante del navegable río, sobre el que flotaban varias barcas de
colores y algún velero.
Bristol
El
hotel es elegante, con habitaciones muy confortables y cómodas y un estupendo
restaurante. Y sobre todo, situado en el lugar “vip” de la ciudad donde están
todos los pubs y restaurantes de moda. Como era la noche del sábado, buscamos
un lugar donde cenar ya que todo estaba lleno con un trepidante ambiente nocturno.
Todo el mundo viste sus galas y sus tacones, para salir a cenar y bailar. La
música que se escuchaba por doquier y
salía de los pubs mezclándose con los reflejos de las farolas sobre el agua del
río.
Encontramos
un restaurante hindú, muy elegante y exótico, en el que quedaba una mesa libre y
allí cenamos. Daniel su consabido Steak
con una abundante guarnición y yo un pollo Tandoori que estaba
buenísimo.
Como
estábamos cansados, dimos un paseo por el centro para conocer un poco la
ciudad, pero veníamos de un viaje lleno de silencio y calma y aquel bullicio
nocturno casi nos agobiaba, así que volvimos al hotel dispuestos a pasar la última noche en Inglaterra.
Octavo
día: la despedida.
Nos
levantamos pronto para tener tiempo de desayunar con tranquilidad aquellas
abundantes viandas que nos ofrecía el
English Breakfast, y salimos
hacia el aeropuerto.
Llenamos
el depósito de combustible porque teníamos que dejar el coche en perfectas
condiciones, y entregamos las llaves en
la oficina de Europcar.
Al
salir del aeropuerto echamos una última y triste mirada a nuestro coche. Tanto
Daniel como yo sentíamos dejarlo ya que nos había llevado hacia tantas
emociones y nos había hecho revivir aventuras y momentos místicos, históricos y divertidos.
No nos
dijimos nada, pero con la mirada nos comprendimos perfectamente. Cogimos
nuestras maletas y entramos en el aeropuerto.
Tengo
que decir, que no sé si por la influencia de La Dama del Lago o por
encantamiento de Merlín, no miraron ni pesaron mi maleta que no cumplía los
requisitos al uso, por lo que en casa tengo esa botellita de agua del Manantial
del Cáliz, de la que ya han bebido algunos amigos, pero que ahí está para los
que quieran probar…
Os dejo
también las direcciones de los B&B y
alojamientos que hemos tenido, por si necesitáis alguna vez sus servicios.
Y con todo mi cariño, para los que lean mi
crónica del viaje,
“Que el
Espíritu de Avalón te acompañe”
The Old Rectory
propietaria: Trish Smith
The
Lantern Tree
Teléfono: +44 (0)1458833455
Propietarios: Candy y
Drew Smith
Tintagel:
The Avalon
Tintagel
(Cornwall , PL34 0DD )
Telfno: + 44 (0)
1840770116
Propietarios: Julie
& Peter Capstick
St. Ives:
The Willows
Nº 3 Portminister Terrace
Telfno: +44 (0)
1736796516
Encargada: Roberta
Filippi
Web en preparación
The Bristol Hotel
Prince Street ,
BS1 4QF
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