Camino de Avalón -Página 2-


                          Camino de Avalón
                 Un viaje personal al  mítico Reino de Arturo


Glastonbury  amanece entre brumas. Las nieblas con las que la ciudad despierta,  van desapareciendo  a lo largo de la mañana dejando solamente un anillo que rodea la Colina del Tor. Es la bruma que penetra en los corazones de quienes visitan Avalón y en ellos permanecerá el resto de sus vidas.
Por eso, en cada casa de Glastonbury, encuentras esta leyenda dándonos la bienvenida:

                        “QUE EL ESPIRITU DE AVALON TE ACOMPAÑE”


 Las primeras  horas  de la mañana, bañadas por la niebla, dicen que es el momento en el que las fuerzas mágicas de la Dama del Lago, y sus sacerdotisas  junto con Morgana y otros  seres mágicos, traspasan por unos instantes nuestra dimensión y nos bendicen.

Con la bendición de las hadas  tomamos nuestro desayuno que como de costumbre fue espléndido. Después, escuchamos las  sabias indicaciones de Drew  y  nos dirigimos hacia el camino de la Colina. Desde lo alto de la cima, las ruinas de lo que fue un monasterio medieval dirigían nuestros pasos a través de un sendero bellísimo. No podíamos separar los ojos de esa visión sin sentir algo inexplicable. Hasta Daniel que se pasó el viaje llamándome “pajarera” me dijo que allí había algo,  que era un lugar especial, diferente. Es sensible e inteligente y el hechizo del lugar también se había apoderado de mi sobrino.

Esta Colina Sagrada está enclavada en una de las líneas telúricas más importantes del planeta, llamada del Dragón, cuyo inicio está en la India y termina en la Colina del Tor.
El viento nos acompañó toda la ascensión. Dani iba delante y yo un poco más rezagada pues mi falta de entrenamiento me hacía caminar despacio, pero allí todo se hace con calma, todo resulta muy espiritual. ¿Por qué correr? Tenemos todo el tiempo  del mundo para disfrutar un hermoso momento. Además el tiempo está para perderlo.








Con calma alcancé el último tramo de nuestra subida y llegué a los pies del monumento.

Desde lo alto, divisamos toda la planicie que en su día fue un lago en el que reinaba su Señora rodeada por un séquito de hadas del antiguo rito céltico  que más tarde compartieron con la  religión cristiana, porque  en los siglos  V y VI  los britanos practicaban ambas creencias.

En aquel lugar, sientes de una forma imposible de explicar la conexión con tu propia verdad, la que está en tu corazón más que en tu mente racional. Allí tuve la sensación de  que tenía la fuerza necesaria para materializar mis sueños y proyectos.
Una vez arriba no se habla, el silencio y la calma junto con el sonido del viento  reinan en el lugar apoderándose de tu espíritu y algo bueno surge de tu profundo. De repente, te acuerdas de todas las personas que quieres y querrías compartir  con ellas ese momento místico. Te sientes en conexión con la tierra, con el viento que sopla  con intensidad y una fuerza especial que no sabes de donde viene te une al horizonte rodeado de brumas, salpicadas con algún rayo de sol que comienza a aparecer con timidez.
Es un sentimiento personal que cada uno debe de vivirlo a su modo, y ahora de vuelta a casa, lo recuerdo como algo misterioso y cautivador. Me parece mentira haber estado allí. Lo extraño es que a las personas a quienes he enviado la fotografía del lugar, la han colgado como fondo de pantalla del ordenador, porque dicen que al abrirlo por la mañana, la contemplación de la imagen les  transmite la  sensación de calma y fuerza  necesarias para afrontar el día.








 Los restos de la Torre (Tor) pertenecen a un monasterio cristiano edificado en la Edad Media, pues según la superstición de aquella época oscura, impedían el paso a los habitantes del interior, los druidas y sacerdotes de la religión céltica y moradores de lo profundo y de las tinieblas, pero la Diosa del Lago ganó la batalla ya que un terremoto destruyó el templo, dejando la colina intacta.






Sin apartar los ojos de la cima, ya que no cesamos de fotografiarla, fuimos descendiendo hacia otro lugar sagrado   El Challice Well, (el Jardín del Cáliz), un lugar Griálico. Maravilloso jardín lleno de paz, donde todo te invita a meditar, a sentarte cerca de su  enigmático pozo y dejar pasar el tiempo. El Pozo, al que llaman Vesica Piscis, cuenta con una tapa con dos círculos entrelazados. Simbolizan la unión del cielo y la tierra, del espíritu y la materia, conciencia e inconsciencia, masculino y femenino. Estos símbolos los iremos encontrando en todos los monumentos celtas, lugares religiosos como la Abadía de Glastonbury y yacimientos antiguos.

Allí se encuentra el manantial del cáliz del que mana un agua con  poderes curativos. La gente bebe el agua sagrada del lugar  en el que según la tradición, José de Arimatea  escondió el Santo Grial. Sus aguas son ricas en hierro y se le conoce también como La Fuente Roja o Ensangrentada, ya que el alto contenido de hierro, le da un aspecto rojizo.









José de Arimatea, Tío de Jesús, era propietario de la casa en la que se celebró la Ultima Cena. También lo era del Sepulcro donde fue enterrado Jesús  cuando le bajaron de la Cruz. José fue el encargado de recoger la sangre de Cristo en la copa utilizada en la cena, y guardarla  en lugar seguro.
Encarcelado por los judíos  acusado de haber robado el cuerpo de Cristo, fue encerrado en una torre donde tuvo la visión de una luz que le decía “Tu custodiaras el Grial y después de ti, aquellos que tu designarás”.
 En el año 63, treinta años más tarde de los sucesos del Gólgota y una vez liberado, ante la persecución  de los judíos en Jerusalén, José  junto con María Magdalena y un grupo de cristianos, discípulos y amigos  partieron  en uno de sus barcos hacia diversos puntos del Mediterráneo. Pero José se dirigió a Britania, llegando a una ciudad importante en aquella época: Glastonbury. Allí fundó la primera iglesia británica dedicada al culto de  la Virgen, que posteriormente fue la Abadía. También llevó consigo el Santo Grial que escondió y custodió en el que ahora es el Jardín del Cáliz. Siempre guardado  por sus discípulos y posteriormente, por caballeros de corazón puro, siendo el más noble y el último guardián Sir Galahad, hijo de  Sir Lancelot.
Dice la tradición  que al llegar al lugar elegido para ocultar la reliquia, el bastón de José  se hundió en el suelo  pantanoso y de éste bastón  creció el espino que custodia el manantial. Por eso, esta clase de espinos solo se encuentran en Glastonbury y se les denomina “Sagrados” por su origen y su milagrosa  historia.
Cuando la religión cristiana se impuso en Britania, por miedo a las persecuciones que la Religión Antigua comenzaba a  sufrir, la imagen de su  Diosa  venerada por sus gentes, fue transformada. Le añadieron una corona y la adoraron como a María, pero siempre fue una mujer, la misma imagen  que protegía a las sacerdotisas del Lago, pues en la cultura celta, la mujer tenía un gran poder.
Esta es la historia del Jardín mítico al que llega tanta gente buscando el equilibrio interior y la paz espiritual.



Yo desde luego, cuando llegué  al manantial bebí del agua  que brotaba por la boca del león y discurría a lo largo del jardín. Daniel no estaba tan convencido, pero al verme a mí, quizá “por si acaso”, también bebió del manantial. Y como vimos que se podía coger agua para llevárnosla, compramos una botellita para compartirla con los amigos a nuestro regreso y hacerles partícipes del milagro, si lo había. Encendimos unas velitas a la imagen de la Virgen que hay en una gruta  cercana al Pozo y  con calma nos dedicamos a la contemplación del lugar, con la paz que transmitían las personas que meditaban a nuestro alrededor.











Buscamos los  dos espinos sagrados. Uno se encuentra encima del manantial, detrás del Pozo del Cáliz y el otro entre dos grandes tejos que a modo de guardianes del lugar, custodian la entrada del jardín. Este último  espino es el que brotó del báculo de José. Por eso estos dos árboles florecen en las dos fiestas típicas cristianas, Navidad y Semana Santa.






Era tarde y estábamos cansados de nuestra ascensión a la Colina y  de haber caminado durante toda la mañana por aquellos lugares. Pero solo era cansancio físico, porque nos sentíamos llenos de una serena paz interior.



Bajamos hacia el centro de Glastonbury para buscar un restaurante donde comer.
En el centro de la ciudad encontramos una taberna  cuya comida nos hizo recuperar fuerzas pues nos esperaba otra visita no menos importante: La Abadía  de Glastonbury.










Este es el lugar donde estuvo la iglesia más antigua de occidente, más que Roma, ya que como he contado antes, fue fundada por José de Arimatea. Allí reposaron los restos de Arturo y Ginebra en una tumba situada casi en el centro de lo que fue el templo. Cuando murió el rey Arturo en la Batalla de Camlann y en una pelea cuerpo a cuerpo con su sobrino e hijo incestuoso  Mordred, nueve sacerdotisas lo trajeron  en la barca sagrada hasta Avalón  no sin antes haber tirado al lago su espada Excalibur. Allí  lo enterraron en una tumba próxima a lo que  sería la Abadía.
Posteriormente,  cuando murió  la Reina Ginebra que se había retirado a un monasterio cristiano en Amesbury, dicen que Sir Lancelot trajo su cuerpo para enterrarlo junto al de su esposo.
Y cuando se terminó la construcción de la Abadía, ambos fueron trasladados al recinto interior. Cuentan que al abrir el sarcófago,  los monjes encontraron los esqueletos de un hombre con el cráneo muy dañado  y de una mujer. (Arturo había muerto de una herida en el cráneo). Dentro del sarcófago, también  hallaron una cruz de metal  con una inscripción grabada que decía “Aquí reposan los restos del Rey Arturo y su esposa Ginebra”. No había duda de que era su ataúd.
Pero la Abadía fue destruida por Enrique VIII siglos más tarde, y con su destrucción desaparecieron los cuerpos así como diversas tumbas. Ahora, solo queda el lugar  exacto donde fueron hallados  y una placa en el mismo sitio donde estuvo la sepultura.
La Abadía está situada en un bellísimo lugar, muy verde, rodeado de manzanos (Avalón en el lenguaje antiguo significa manzana), también hay un espino sagrado  junto a varias  especies de árboles  que para los celtas tenían un significado especial, como la tierra, las piedras y la naturaleza. En ello se basaba su religión. Incluso en el horóscopo celta, según nuestra fecha de  nacimiento, cada uno de nosotros estamos representados por  un árbol. Yo, concretamente soy el sauce llorón y Daniel el nogal, aunque no cuento lo que significa cada uno.













Una vez que terminamos de recorrer el lugar  y de fotografiar cada piedra  bajo las distintas luces del atardecer, salimos hacia la ciudad para recorrer las pintorescas y esotéricas tiendas, dedicadas al mundo mágico y a las leyendas a las que son tan aficionados en esa parte de Inglaterra. Cenamos en otro tranquilo restaurante y volvimos a casa porque al final de la jornada nos estaba esperando ese baño tan estupendo que tiene The Lantern Tree.





















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